Hice inventario por tercera vez
pensando, ingenuo de mí, que aparecería algo nuevo.
Metí una mano al bolsillo y conté. Sí, había cinco agujeros.
También estaba la mecha mojada junto al mechero sin gas
El caballo de cartón-piedra del que no salió ningún ejército
Jarras de cerámica, artesanía rota
El recibo de la luz que pinchamos de aquella farola
La persiana transparente
Las siestas infinitas en las que antes de empezarlas voy a hacerlo todo
y al acabarlas soy el fauno de Debussy
Una cresta, pero de gallina porque no había jabón del chimbo
El boli con el que escribí la peor frase de mi vida
y las chapuzas en cuadernillos de caligrafía
Pentagramas de tres líneas, vacíos y enrollados
Púas desgastadas aburridas de romper cuerdas y de notas lentas
El paraguas con las varillas hacia fuera
con el que intenté planear alguna vez,
no lo había visto en anteriores inventarios
Apareció otra vez tu sombra y el sonido de tus pasos alejándote,
Ésta vez sí los tiré porque era más inútil aún que todo lo anterior
el seguir guardándolo.
Algo de peso aligeré pero todo era igual de triste y pesaba lo mismo
Le siguieron los cables pelados, los discos rallados y los sobres abiertos.
Estaba todo, no había perdido nada y mucho menos encontrado algo nuevo
Mañana haré el cuarto a ver si al menos encuentro algo útil
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