Ésta mañana me levanté y me vi guapo.
Era yo mismo el del espejo y saludé,
ya no estaba el extraño de otras veces.
-¡Cuánto tiempo!- dije.
No tenía bolsas de basura en los ojos
de esas donde podría dormir la siesta un elefante,
ni mi cara era añicos de cáscara de huevos morenos
rotos, por supuesto, y tan revueltos.
Tenía menos barba que mañana
y, extrañamente, también menos que ayer.
No quise quitarla,
Era yo mismo el del espejo y saludé,
ya no estaba el extraño de otras veces.
-¡Cuánto tiempo!- dije.
No tenía bolsas de basura en los ojos
de esas donde podría dormir la siesta un elefante,
ni mi cara era añicos de cáscara de huevos morenos
rotos, por supuesto, y tan revueltos.
Tenía menos barba que mañana
y, extrañamente, también menos que ayer.
No quise quitarla,
no vaya a ser
que se queden las ganas en esa cuchilla
que ya no corta, atascada de pelos,
que se queden las ganas en esa cuchilla
que ya no corta, atascada de pelos,
y nunca tiro.
Puse a hervir la ducha,
que el vapor acapare el espejo,
que lo haga esconderse,
que no me haga volver a verme feo.
Puse a hervir la ducha,
que el vapor acapare el espejo,
que lo haga esconderse,
que no me haga volver a verme feo.
Quiero recordarme siempre
como me vi reflejado ésta vez.
Puse a hervir la ducha y pensé:
Hoy no me ducho, no me visto, no salgo.
No vaya a ser que ése bosque de cables y antenas,
esas piernas teledirigidas, responsables, inertes
o esas aceras trilladas
me hagan volver a verme feo.
Ésta mañana me levanté y me vi guapo.
como me vi reflejado ésta vez.
Puse a hervir la ducha y pensé:
Hoy no me ducho, no me visto, no salgo.
No vaya a ser que ése bosque de cables y antenas,
esas piernas teledirigidas, responsables, inertes
o esas aceras trilladas
me hagan volver a verme feo.
Ésta mañana me levanté y me vi guapo.
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