viernes, 26 de abril de 2013

Ésta mañana me levanté y me vi guapo


Ésta mañana me levanté y me vi guapo.
Era yo mismo el del espejo y saludé,
ya no estaba el extraño de otras veces.
-¡Cuánto tiempo!- dije.
No tenía bolsas de basura en los ojos
de esas donde podría dormir la siesta un elefante,
ni mi cara era añicos de cáscara de huevos morenos
rotos, por supuesto, y tan revueltos.
Tenía menos barba que mañana
y, extrañamente, también menos que ayer.
No quise quitarla,
no vaya a ser
que se queden las ganas en esa cuchilla
que ya no corta, atascada de pelos,
y nunca tiro.
Puse a hervir la ducha,
que el vapor acapare el espejo,
que lo haga esconderse,
que no me haga volver a verme feo.
Quiero recordarme siempre 
como me vi reflejado ésta vez.
Puse a hervir la ducha y pensé:
Hoy no me ducho, no me visto, no salgo.
No vaya a ser que ése bosque de cables y antenas,
esas piernas teledirigidas, responsables, inertes
o esas aceras trilladas
me hagan volver a verme feo.
Ésta mañana me levanté y me vi guapo.